“
Episodio I
“Recordándote”
Después de tanto tiempo solo hoy he podido juntar las fuerzas para escribir, escribir sobre ella, mi locura, mi pasión desbordante, lo más hermoso que mis ojos han visto y verán alguna vez, definitivamente la mujer que algún día soñé.
Solo esta vez he tenido las fuerzas para poder relatarles mi historia, la historia que marco desde cada rincón de mi piel, ninguna otra historia más que la mía.
Todo comenzó en una calurosa noche en Cali, en un salón gigante, en un lugar al que no pertenecía, a un mundo al que no me correspondía, ahí fue que la vi por primera vez, y me quede ciega por la luz que irradio de sus ojos.
Recuerdo que por ese momento recién atravesaba por los dieciséis años, tantos sueños, tantas metas por aquel entonces, tenia una forma de ver y sentir diferente a los demás, tenia diferentes pensamientos, jamás me dejaba distorsionar por nada, siempre le buscaba la vuelta a todo, ya que para mi no era blanco o negro, sino que las cuestiones o la vida en si tenia tres colores. Como toda escritora para mi todos los puntos tenían muchos puntos de vista diferentes.
Desde siempre eh sido segura de mi misma, y eh defendido mis palabras como un sediento en el desierto, eh sido egocéntrica y soñadora, pero con el tiempo eh aprendido que el silencio en realidad no es molesto, sino que es el mejor amigo del hombre, y por lo tanto eh aprendido a callar.
Pero lo que jamás eh podido callar ha sido el amor que profesaba por aquella diosa árabe. Aun sabiendo cuando todo se iría a la borda, y ella rompería mi eje, seguí luchando sin cesar, casi sin respirar, porque siempre eh sido soñadora.
Todo comenzó una noche, en la cual mi mejor amiga Angélica me había invitado a una de esas fiestas de la alta sociedad. Yo no era de la misma clase social que ella ya que mi familia no tenia la posición económica que poseía la de Angélica mi mejor amiga, mi amiga desde la infancia, a la que conocí desde primer grado. Sus padres la habían cambiado a una escuela estatal debido a que repitió dos veces el primer grado, ya que muy inteligente no era ni tampoco lo es en este momento. Lo único que sabe hacer es copiarme las tareas y en las pruebas, cuanto talento tenia para ello, solo para eso era rápida paro lo mas gracioso es que siempre copiaba algo mal. Así como todas niñas sin recelos de los demás, inocentes nos hicimos inseparables, aunque siempre pensábamos diferentes y nuestras personalidades eran muy distintas, eso no basto para la gran amistad que nos unía, tal vez lo opuestas que éramos nos ayudaba a complementar mejor nuestra amistad.
Angélica a diferencia de las demás chicas de su etnia social, no era juzgadora de nadie por su apariencia ni tampoco lo eran sus padres, pero al ser amiga de ella tanto tiempo, pude comprobar que no todas las personas a su alrededor eran así.
Ingrese nerviosa al gran salón, con el vestido plateado largo que compre con tanto esfuerzo.
El salón era un lugar inmenso con un escenario, en el escenario había un dj, y un proyector, las mesas rodeaban enfrente del escenario, en el piso de arriba había una barrita y sillones blancos de cueros por los rincones, una escalera que separaba ese sector con el de abajo alfombrado de un color rojo fuerte.
Ingrese entre risas y risas con angélica disimuladas por el nerviosismo que tenia, en esa edad jamás se pierde el “que dirán” y mas si tienes encima de ti cientos de miradas de personas llenas de escrúpulos, que solo esperan a que te des la vuelta para empezar a atacarte verbalmente. Jamás podría vivir en un mundo tan ficticio, tan falso, no se como alguien como angélica una persona llena de bondad y ternura puede vivir entre un circulo tan negro bajo una sonrisa de falsedad.
Nos designaron una mesa junto a los padres de Angélica, estaba casi en el centro, los padres de Angélica, saludaban amablemente a los que serian unos conocidos.
Me incomodaban tanto las miradas a tal punto que me excuse de ir al baño con Angélica, pero en realidad no fui mas que a “esconderme” o excluirme en el piso de arriba. Allí podía contemplar la vista increíble de la decoración, y como los invitados hablaban amistosamente mientras una música latina sonaba de la banda sonora.
La homenajeada al parecer todavía no había llegado.
Tenía la mente y la vista perdida cuando sucedió. Cuando ví un ángel renacer en carne y hueso, cuando vi la locura y la perdición de mi vida en sus ojos.
Era una musa vestida de un vestido largo rojo elegante, que resaltaban sus curvas, una musa de unos ojos ámbar mas exóticos que había visto en mi vida, junto con ese rostro tan diferente a todos los que había visto, era una diosa árabe, eso no me cabía dudas, con la curvaturas de sus ojos, y esa nariz tan exótica y preciosa como su rostro. Su piel era tan blanca y perfecta como una porcelana, pero mi perdición fueron esos labios, rojos como el rubí, con tanta sensualidad al sonreír y mostrarme esa dentadura perfecta.
Sus cabellos negros recogidos, en un hermoso peinado la hacía la más hermosa de aquel lugar, y la más hermosa que habían visto mis ojos.
Se habrá reído de mi expresión embobada, lo habrá hecho, pero en ese momento la conmoción pudo con mi mente y mi cuerpo.
Esa diosa árabe que con una sola mirada pudo, hacerme conocer el cielo y vivir en carne propia el infierno. Cuanta elegancia tenia en su caminar, un caminar que ni las grandes modelos de Paris podrían imitar, una sonrisa que irradiaba aquel salón tan frio un cuerpo, una mujer, un ángel vestida de diosa, solo ella pudo llenar aquel frio salón, como mi duro corazón.
No pude evitar seguir sus pasos, no pude hacerlo, me había hechizado, con una sola mirada, con una sola sonrisa. Aquella diosa árabe más brillante que las estrellas.
Pero solo el tiempo me enseñaría que el esplendor de su belleza no era la misma que su alma.
A la turca la saludaban todos animadamente, mientras la mirada de los hombres la miraban con lujuria, cuanta sensualidad, cuanta hermosura jamás pasaría desapercibido.
- ¿Quién es?- inmute casi en un susurro a Angélica, tomándola del brazo.
- Emel- dijo Angélica en un quejido porque sin darme cuenta le estaba apretando fuerte el brazo.
Voltee para verla otra vez mientras tomaba sin vacilar el champagne que servían los mozos.
Cuanta profundidad destella de su mirada, cuanto poder, cuanta luz tienen esos redondos ojos ámbar. Es hermosa, y no alcanzarían palabras algunas que se asemejaran a su belleza, para poder describirla, para poder decirle cuantas poesías, cuantas historias podría crear con su nombre.
Pero no soy mas que una soñadora ante algo tan grande y sublime.
- Amy ella no- dijo Angélica con voz tajante.
- ¿No que?- dije sin entender su advertencia.
- Tu sabes a que me refiero- decía aquella chica rubia de ojos claros y cuerpo delgado, aquella chica que me conocía mas que yo misma.
- Deja de decir tonterías- dije frunciendo el seño y volviendo a la barrita lateral.
- Ella es mi prima, y si no la conociera no te diría esto- dijo con tono más sereno, mientras se acercaba y se colocaba alado mío- Ella Amy, no es tan bella por dentro como lo es por fuera.
No pude contestarle, que palabras podría contestarle ya que ni siquiera había escuchado la voz de aquella musa, de aquella diosa árabe que flecho mi corazón adentrándose en el, en un punto sin retorno.
Ni tampoco podía salir de la conmoción que sentía. Por primera vez sentía una caricia recorrerme el alma, por primera vez mi corazón mostraba indicios de que latía.
Puede que sea una atracción, una simple atracción, o una atracción tan fuerte de esas que calan hasta los huesos. Pero podía soñar. Podía pensar que ella tal vez era la mujer que siempre estaba buscando. La historia final para sellar aquel libro interminable de dolor que era mi vida, la poesía mas hermosa que jamás había leído. Pero era tan pronto y yo tan ilusa para soñarlo.
(…)
“llego a mi vida para enseñarme, para hacerme aprender que sin ella… luego no podría volver a sonreír”
Después de contemplar viarias veces y tomarme varias copas de champagne baje con Angélica para cenar con sus padres.
Me senté en esa mesa circular en la que entraban alrededor de seis personas, la mesa tenía unos manteles de tonos amarillos y beige uno debajo del otro y las sillas estaban envueltas en manteles del mismo tono que las mesas.
Todo iba bien, cenábamos caviar mientras charlábamos amistosamente.
Cuando en mis sentidos se impregnan un aroma que jamás olvidaría. Ese aroma tan fuerte a perfume de jazmín.
Sentí un estremecimiento cuando escuche su voz, una voz sonora y dulce, pera tan sexy por la mezclas de acentos eso hizo que esa melodía se volviera adictiva para mis oídos.
- Tío, tía- decía la diosa árabe saludando a los padres de Angélica.
- Angélica- siguió saludando a los de la mesa, mientras Angélica le expresaba una pequeña sonrisa hipócrita. Se acerco a mí y mi pulso se fue paralizando más a cada segundo.
- Hola, soy Emel- dijo regalándome la sonrisa mas hermosa que pudieran contemplar mis ojos, mientras posaba sus penetrantes ojos ámbares sobre los míos- Mucho gusto- musito serenamente.
- Eeste hola- dije sintiéndome nerviosa por primera vez ante una persona- Soy Amy y el gusto es mío- sentencie mientras sentía un estremecimiento de pies a cabeza.
Así como llego se alejo para seguir saludando alegremente a los demás invitados.
- ¿Es su cumpleaños?- pregunte intrigada.
- Eso quisieras, es su bienvenida, ya que en tres meses se casa- esas palabras Angélica, “compromiso” esas palabras como calaron mis sentidos, como destruyeron mis ilusiones.
- ¿Qué?- dije exaltada.
- Si- dijo la mamá de Angélica- Emel se casara en tres meses con un árabe multimillonario.
- Se podría decir que son sus últimos meses de soltera, y la mojigata lo va a disfrutar al máximo- decía Angélica risueña entre la mirada furiosa de sus padres.
- Angélica- dijo su mama advirtiéndola con la mirada.
- Si es verdad- decía Angélica sosteniéndole la mirada a doña Clara.
- Es tu prima por dios, y te guste o no vivirá con nosotros los tres meses que se quede en Cali así que deja de comportarte como una niña que ya tienes 18 años.
- Además tendré que soportarla- dijo Angélica quejona.
Lo único que me faltaba además de estar deslumbrada por una mujer comprometida, viviría en la casa de Angélica, un lugar que es casi mi casa, ya que paso los cuatro días de la semana allí, sin contar que los días que no paso allí estoy de la mañana hasta la noche.
En toda la noche hice el esfuerzo para no voltearme y mirarla, lo intente con todas mis fuerzas pero mis impulsos pudieron con mi razón y a cada momento me descubría contemplando en secreto a la diosa árabe, bailar o hablar alegremente con algunas personas.
Hasta que en una ocasión nuestras miradas se cruzaron otra vez, y ella no perdió momento para seducirme con su penetrante mirada, para posar su mirada sobre la mía, para hacerme sentir la peor de sus brujerías. Para hacerme delirar por dentro de.
“Se coló en mi vida, sin preguntarle a mi razón si era ella la indicada, se adentro sin aviso alguno impidiéndome sacarla algún día.”
(…)
Esa noche como todos los sábados me quede a dormir en la casa de Angélica.
En su habitación había dos camas, una de doble plaza y una pequeña que era mía, ya que estaba acostumbrada desde hace mucho tiempo a dormir en su casa, por la mala relación que tenia con mis padres.
Su habitación era un poco aniñada, con pinturas rosas y dibujitos, en el techo había estrellas que brillaban en la oscuridad pegadas en todas partes, lo que me ayudaba a dormir, ya que le temía a la oscuridad. Decenas de peluches, una mesita de luz al costado de su cama, y en la pared de enfrente el televisor junto con la PC.
Apenas llegamos, Angélica se descalzo de sus tacos y se acostó después de cambiarse.
Yo no podía dejar de pensarla, de pensar en todo lo que con su simple presencia había causado en mi, algo que jamás había sentido. Yo que siempre regañaba a Angélica por creer que la atracción era amor, ahora vivo en el desespero, ya que en mi interior todo era confuso, pero tal vez era una atracción, una fuerte atracción que se borraría en días.
Me quede dormida por el cansancio, para ser despertada por unos ruidos.
Me asome con los ojos entrecerrados, para que me asome.
Lo que vi, fue lo más doloroso que sentí.
La vi besándose, a ella, a la diosa árabe con un desconocido, antes de entrar al umbral de su habitación.
¿Qué podría decir?, ¿que tendría que sentir?, ¿que podría hacer?.
Ella, una desconocida, una musa a la que no conocía, una musa que se robo mis pensamientos con una mirada, una diosa imposible, una diosa que solo soñando podría tener en mis sueños. ¿Pero porque me duele?, ¿porque me duele Emel, que me has hecho?
Cuantas preguntas podría hacerme, y jamás podría resolver esta duda, ya que no hacia falta entenderlo, solo lo sentía. Solo me dolía, solo le pensaba, solo la soñaba. Pero eso no quiere decir que mi corazón era suyo.
Que dicha tiene aquel desconocido que recorre tu cuerpo esta noche, mientras yo me arrumaco del dolor en la cama, me arrumaco con tantas fuerzas de un dolor que no entiendo, de un dolor que jamás pensé, ya que no es solo físico, sino también psicológico. Jamás sentí mi pecho oprimirse de esa manera, tratando de respirar para no seguir desgarrándome y derramar algunas lagrimas, unas lagrimas que nadie entendería, ya que ni siquiera yo entiendo porque quieren dispararse de mis ojos, no entiendo porque quieren salir por una desconocida. Es hermosa, si lo es, pero no es más que una mariposa, una mariposa sin dueño como me dijo Angélica.
A la mañana siguiente me levante con muchísima pereza, después de las pocas horas que había dormido, por las dudas que me carcomían, por los pensamientos que me herían. Porque saber que ya ni siquiera podría soñarla, soñar y escribir una historia en la que ella fuera mi protagonista.
Angélica ya se había despertar, ya que su cama ya estaba ordena. Salí disparada no sin antes arreglarme un poco.
Cuando baje por las escaleras, y estaba a punto de salir de la casa, escuche la voz de Angélica llamarme.
- Amy- gritaba desde la cocina.
Por eso tuve que cambiarle de dirección a mi cuerpo y dirigirme a la cocina, Angélica estaba desayunando sola. Algo que a ella le molestaba rotundamente, no escuchar voces o hablar mientras cenaba o desayunaba, en teorías odiaba el silencio.
Me senté, al tiempo que la mucama de Angélica, me servía un plato de frutas, otro de pan tostadas y un café.
Angélica hablaba animadamente sin vacilar, mientras yo tenia la mente en otro sitio, no pude entender o captar ninguna cosa que dijo ya que mi mente divagaba en mis dudas.
- ¿Que te paso ahora Amy?- dijo serenamente mientras movía su mano a mi vista.
- ¿Eehh que?- dije exaltada volviendo a la realidad.
- ¿Qué que te pasa?, tienes una cara- inmutaba Angélica mientras fruncía el ceño.
- Nada- dije desviando su mirada.
- Algo te molesta, te conozco demasiado-
- Nada- dije colocándole mermelada a mi tostada.
- Sea lo que sea que te pase tienes que olvidarlo porque mira como te tiene- dijo antes de abrir su boca y comer glotonamente.
Cuando estaba por tomar un sorbo de mi café marrón oscuro, tan fuerte de esos que cuando lo tomas te deja latiendo rápido el corazón. Veo por la puerta de la cocina que tiene dirección al Living, la figura de aquel hombre caminar velozmente mientras se abotonaba la camisa. Era un hombre de tez trigueña, cabello corto negro y rostro bohemio.
Lo único que logro hacer, fue recordarme, hacer reaparecer otra vez ese desasosiego sin razón.
- No Amy, no- dijo Angélica exaltada mientras sacudía rápido sus manos.
- No que- dije preocupada por su reacción.
- No lo pienses- dijo aquella chica que me conocía mas que a mi misma.
- No la conozco, y te aseguro que jamás pasara- dije tratando de tranquilizarla.
- Ni tu te puedes mentir, pero sabes que es solo una atracción Amy- dijo sin vacilar.
- Lo se- mentí, mientras desviaba mi mirada.
- Aléjate y no pienses antes de que-
- Calla- dije tajante-
Silencio, silencio fue lo que reino, yo divagaba con mi mente, mientras mi mirada se perdía en aquella gran cocina, mientras Angélica trataba de adivinar lo que pensaba.
Es estúpido, es tonto solo pensarlo. Es inútil pensar que una mujer pueda colarse en tu alma y tu ser con solo una mirada, es estúpido soñarla mientras sabes como será la historia, y no será más que un sueño.
Soy escritora, no tengo un doctorado en el amor, para frenar esto que ni siquiera comenzó, no tengo tanta experiencia para saber como dejar de pensarla. Si nunca nadie acaricio y toco mi alma con una sola mirada como ella lo hizo, ¿Cómo sabré que hacer, si nunca lo viví?
- Hola chicas- decía esa voz, esa voz tan sensual rompiendo el silencio en aquella cocina.
No pude contestarle, no pude hacerlo, ya que sin darme cuenta me perdí otra vez en ese aroma a Jazmín que disparaba de su sensual cuerpo.
Emel tenia puesto una bata de seda roja, y el cabello negro mojado, al parecer se había bañado. Al verla pude reconocer el mismo estremecimiento de la noche anterior recorrerme el cuerpo, no sin recordar quien era ella en realidad.
Angélica al verla, se levanto, ni siquiera la miro, ni siquiera se inmuto a saludarla, se levanto con tanta frialdad como quien odia a alguien demasiado.
- Creo que me levante en un mal momento- decía sarcásticamente mientras se sentaba a mi lado y tomaba un pan tostado.
- No te preocupes, es así cuando algo le molesta- dije sin atreverme a mirarle el rostro.
- Claro, es solo una niña caprichosa, pero no entiendo porque siempre se ensancha conmigo- Inmutaba serenamente Emel.
- Tu sabrás- dije secamente.
- No te caigo tan bien a ti tampoco parece- dijo mientras de su rostro se dibujaba una pequeña sonrisa.
- No te conozco tanto para determinar eso- dije al fin sosteniéndole la mirada, mientras sus ojos ámbares me calaban por dentro.
- Cuéntame de ti- dijo mientras sus labios rojos rubís, sobaban el té de tilo preparado.
- Me llamo Amy, tengo dieciséis años- dije suspirando.
- Pensé que serias mas grande- dijo con una pequeña sonrisa dibujada en los labios- Pareces mas grandes que las chicas de tu edad.
- ¿Por lo de seria?- dije inmutando una pequeña sonrisa.
- Muchas cuestiones, Amy, tu mirada tan profunda es una de ellas- dijo serenamente.
- ¿A que te dedicas?- inmute sin vacilar.
- Soy empresaria- dijo sobando otro trago de la taza de té.- ¿Y tu, que te gustaría seguir cuando termines el secundario?
- Ser escritora- dije orgullosamente de mi capacidad intelectual.
- Los escritores no ganan mucho dinero- dijo arqueando las cejas.
- ¿Que tiene que ver el dinero con el talento y la pasión?- dije tajante por su respuesta.
- El mundo se mueve por dinero, y tu no desaproveches ninguna condición en ser una persona exitosa-
- Lo seré, pero escribiendo-
- No lo puedo entender- dijo inmutando una hipócrita sonrisa.
- Yo tampoco puedo entender, como una persona tan bella se acueste con una persona que no conoce mientras esta comprometida- dije sin vacilar, sin medir mis palabras, podría dejar a pasar cualquier cosa, pero jamás le dejaba pasar a alguien el insulto a mi pasión. Algo que me valió tantas disputas entre mis padres debido a que, con mi capacidad intelectual había conseguido varias becas para estudiar en otros países, pero para dedicarme a otros empleos.
- A ti no te interesa eso- dijo tajante.
- Es verdad- dije levantándome de la mesa, sin dejarla hablar.
Es verdad, quien miércoles era yo para plantearle eso, como si ella fuese mía, y quien era ella para inculcarme esta dudas que no hacen mas que calar mi alma.
Volví a mi casa, caminando, mientras mi mente divagaba en sus gestos, en sus palabras. No es ella a quien soñé, no es ella el ángel que siempre espere.
No lo es y por lo tanto no puedo enamorarme.
Al entrar a la pequeña casa de material, muy diferente a la mansión de Angélica. Me encontré como siempre a mi padre alcoholizado, mientras desde la pequeña cocina se escuchaba la voz quejosa de mi madre como siempre.
Tal vez ella tenga razón, tal vez el dinero si valía mas que los sueños, ya que para que te sirven sueños si vives en una pocilga con personas que ni cariño, ni protección te brindan.
Tal vez por eso mi mirada es tan fría, tal vez por eso soy tan fría y soñadora. Porque mi alma ha sufrido desde que tengo noción del mundo, porque no me queda otra opción para poder sonreír que soñar una vida que jamás tendré, porque de otra forma moriría desolada.
Siempre soñé con la mujer perfecta, la mujer de mis sueños. Siempre soñé que seria más hermosa que la luz de las estrellas, más hermosa que el atardecer, pura y agraciada por dentro, delicada como una porcelana.
Tal vez ese sábado la encontré, encontré a la mujer más hermosa que la luz de las estrellas, más hermosa que el atardecer. Pero ella, La turca, no era pura y agraciada. Y con el tiempo que la conocí en aquella casa, en la que todos los días tenia una victima diferente para destellar sus encantos y hacerlo delirar, me di cuenta que no era mas que una mujer vil y calculadora, y yo una estúpida que había caído en sus encantos, sin siquiera seducirme.
(…)
Un mes después
Aprendí a conocerla, conocí a la verdadera turca, al principio quise conocerla para decepcionarme y olvidarla, para repetirle a mi alma una y otra vez mas que ella era solo una simple atracción.
Pero no fue así, porque con el correr de los días, pude ver que detrás de esa figura sexy y sexual se encontraba una persona serena, he inteligente. Tal vez ella no sea la mujer que siempre soñé, la mujer a la que siempre describí en mis historias, ya que así de serena y hermosa era cruel, y mentirosa, tan juzgadora como todos los de su status. Si hablaba conmigo creería que era porque en la casa de Angélica sus padres siempre estaban de viajes de negocios y ella la detestaba, la odiaba le tenia un odio tremendo a la turca, que ni siquiera podía mirarla al rostro.
Pero con todos esos defectos, con todo ese tiempo transcurrido, aun sentía ese estremecimiento recorrerme cada vez que la sentía cerca de mi.
Lo peor fue descubrir mi desesperación al no verla, al no sentir su aroma impregnarme los sentidos, desesperación al no escuchar su voz. Podía hacer todo, solo para llamar su atención, solo por tener esos ojos ámbares posándose sobre mi.
Cuanto aprendí de la turca, además de aprender a amar, aprendí a vivir con el dolor de no ser correspondido, ella me enseño a andar con recelo en la vida.
Me enseño a suspirar desmedidamente por las noches, y solo por ella pude entender porque las personas eran tan masoquistas al amar, ya que yo me había vuelto una de ellas.
Que me hiciste, mariposa, que me hiciste que no puedo pensar mas halla de ti.
Que me pasa contigo, Emel, que desde esa noche, aun sabiendo que tu interior no tiene el mismo resplandor que tu belleza, no haces más que seducirme, seducirme con cualquier gesto, con cada palabra, con cada discusión.
Mi turca, turca que reniega ser turca, turca que dice ser árabe pura, mientras su padre es turco. Turca de la cual me estoy enamorando y obsesionando locamente.
(…)
Deja de seguir hechizándome, deja de seguir torturándome, deja de seguir haciéndome soñar con algo imposible, con algo tan lejano como tu corazón. Deja de seducirme sin darte cuenta, deja de ser tan fría hacia mí, así podre aprender a olvidarte.
Soy tan débil, ante algo descomunal, ante ti diosa árabe, que mi interior se esta desgarrando a cada segundo.
¿Pero que puede hacer una persona carecida de sentimientos?, carecida de amor y de sostén. Una persona que jamás sintió esa brisa cálida acariciarle el alma y por primera vez lo sentía. No se si era masoquista o era un robot de sentir ese estremecimiento que solo ella me hacia soñar por momentos para volver a recordarme quien era ella y quien era yo, no era mas que una vil soñadora que se lastimaba a si misma, escribiendo historias que jamás pasarían.
Pero esta historia, esta historia que les cuento, es verdadera, por eso duele, por eso estremece al corazón, porque es la cruel realidad.
Podría escribir, que ella me amo, que ella no sigue siendo una mariposa que recorre flor por flor desflorándolas, porque eso hacia la turca, la mujer mas ambiciosa de este mundo desfloraba a hombre por hombre de sus riquezas y no se casaría mas que por orden y decreto de su padre.
Tendría que haberme alejado como dijo Angélica, pero cada día de la semana, me pasaba en la casa de Angélica, solo para verla, solo para sentir ese aroma a jazmín y por la noche ella era mi inspiración, y mi dolor.
Emel, no era mas que una mujer calculadora y sin corazón, sino que era criticona y juzgadora por el estatus social.
Sin saber a que mundo pertenecía, pudo dejarme conocerla, dejarme conocer a la verdadera Emel, dentro de esa belleza exuberante y angelical, no era más que algo opuesto a todo eso.
Una mariposa traicionera, una diosa del dolor, una mala persona.
Pero yo no sabía como olvidarla, como desprenderme de su hechizo, como poder aprender a vivir otra vez sin ese aroma a jazmín y esa tonada exótica. No sabía y no quería, porque hacerlo… hacerlo me dolió más que sufrir delirante por su amor.
El amor es delirante, el amor es masoquista, el amor es cruel. Y solo al conocerlo ahora podría escribir sobre el dolor de amar, porque todavía no aprendí el cariño, todavía no aprendí a ser retribuida, nadie me brindo el cariño que regalaba. Y mucho menos lo haría ella.
Aprendí a canalizar mis celos, aprendía a no llorarlos, aprendí a que no me dolieran tanto y que por lo menos me dejaran respirar, sin que sintiera como una filosa espina se clavaba en mi pecho.
Quisiera que alguien pudiera escribir mi destino, seguramente no seria tan cruel y doloroso como toda mi vida.
Un padre golpeador y borracho, una madre carecida de cariño y comprensión.
Solo la tenia a Angélica, y a un sueño imposible, un sueño de mujer.
Si algo eh aprendido en esta vida, es no pensar en morir y aprender a soportar la vida cruel. Tal vez porque he sufrido tanto tiempo para pensar en la felicidad, y me he acostumbrado a vivir con el dolor de todos los días.
- Amy, Amy- me llamaba esa voz tierna y exótica.
- ¿Qué?- dije sentada en el cuarto de “Artes” así lo llamaba Angélica, ya que en ese lugar su mamá pintaba y había pianos y demás instrumentos de música. Yo allí podía encontrar mi inspiración, y entendía porque su madre pintaba tan lindo, el ruido de los árboles junto con la vista de esa ancha y gran ventana ayudaba a adentrarte en un mundo opuesto a la realidad. Un mundo tan hermoso y paralelo al que vivía.
- Ah, estas aquí- dijo entrando al salón, mientras su perfume me inundaba otra vez los sentidos- Que escribes- dijo acercándose a mi rápidamente sin darme tiempo a pestañear. Tenía puesto un jeans rajado de color azul y una camisa a cuadro larga.
- Nada- decía agitada mientras intentaba sacarle mi cuadernillo.
- Tendrías que haberlo escrito en una PC, es mas fácil- dijo hojeando el cuadernillo (claro como si tuviera dinero para comprarme uno).
- “Diosa descomunal, no me destruyas de a poquito, bríndame de tu amor, bríndame de tu cariño”- Leía Emel en voz alta risueña.
- No es gracioso Emel- dije vacilante.
- Vamos, muéstrame los dotes que siempre exhibes- dijo seduciéndome con la mirada.
- Llévatelo y me dices- dije tranquila ya que mi protagonista tenía otras características que ella.
- ¿Por cierto Amy, tu eres?- entendí sus gestos y preguntas sin siquiera haber terminado su frase.
- Si lo soy- inmute pasivamente, mientras Emel, se sentaba en el asiento del piano y no dejaba de ojear mi cuadernillo
- Parece muy interesante esto- dijo con una sonrisa en los labios, mientras su mirada estaba puesta en el libro.
- ¿Por qué lo haces?- dije cruzándome de brazos.
- ¿Hago que?- dijo mas seria pero sin atreverse a mirarme a los ojos
- ¿Por qué juegas así con las personas?- dije suspirando.
- No lo se- dijo al fin posando sus fríos ojos ámbares sobre mi- nunca me eh puesto a pensarlo.
- Vamos, debe haber una razón- dije sosteniéndole la mirada.
- A veces algunas cosas no se pueden entender- dijo serenamente- Tal vez por eso siempre seré un alma en solitario.
- Todo el mundo te ama, tu no puedes decir eso- dije acercándome a ella.
- Este mundo esta lleno de falsedad, y tu mas que nadie lo sabe- dijo mirando hacia la ventana- eres la única persona que me habla con sinceridad- dijo posando otra vez sus penetrantes ojos sobre los míos.
- Yo no te juzgo-
- Lo se, y por eso yo tampoco te juzgo- dijo inmutando una pequeña sonrisa.
- ¿Has amado a alguien alguna vez? – solté sin pensarlo.
- No eh aprendido ese sentimiento aun- dijo mi diosa árabe- ¿Y tú lo has conocido?
- Si pero ahora que lo tengo ya no lo quiero- dije sinceramente.
- Suéltalo, escápate de eso que te hace mal- dijo parándose y sosteniendo mi mano.
- Si yo pudiera Emel, no estaría aquí tiritando de dolor- dije gacha, sin poder mirarla a los ojos, sus ojos, esos ojos me hacían sentir tan débil.
- Sabes que somos amigas, y puedes contarme lo que deseas- dijo guiñándome un ojo.
- Lo se- dije sonrojándome por su acción.
Antes de irse se acerco a mí y me dijo:
- Corrijo- dijo casi en un susurro- tal vez si me este enamorando- dijo levantando mi rostro con sus cálidas manos- Pero el amor ha sido prohibido para mi, desde el día en que nací, por eso tal vez mi querida Amy, juego con las personas porque de esos juegos siempre tuve la esperanza de conocer el amor, ahora es en vano porque ya lo conozco- dijo antes de alejarse en ese caminar tan elegante de mi vista. Mientras yo todavía seguía temblando por su cercanía, seguía temblando porque tal vez en su interior había ternura, había amor.
Tal vez en la vida siguiente, pueda conquistarte. Tal vez en mi próxima vida pueda ser apta por lo menos para intentarlo Emel, pero en esta no me queda mas que soñarte, soñarte y perderte en los sueños.
“Cuanto menos te tengo mas te deseo”
Yo quisiera poder leer tu mente, para saber que es lo que deseas, que es lo que buscas para que alguien se adentre por primera vez en tu alma, para intentar marcarte. Pero como toda soñadora solo seguiré soñando. Turca quisiera dejar de soñarte, quisiera arrancarte de raíz, quisiera no intentar llorarte, quisiera ser mas fuerte ante ti, quisiera brindarle a tu alma la luz para iluminar tu oscuridad, pero yo te ame así tan mala, tan vil y tan dulce hacia mi que no puedo cambiarte, no se como modificarte, ni siquiera puedo intentar escribir modificándote porque para mi aunque seas una mierda, eres la única persona, la única que acaricio mi alma, mi vida llena de dolor de una ilusión de un sentimiento divino como doloroso por eso no puedo juzgarte, no puedo odiarte no puedo olvidarte, porque eres la única que me enseño a soportar la miseria que es mi vida.
No eres tú, es el sueño, la ilusión de que algún milagro logre que tú me ames, porque soy tan soñadora; porque aun sigo siendo tan solo una niña todavía por eso dejo que sigas desangrando en silencio mi alma. Porque si no tengo tus sueños podría morir, morir del desasosiego, morir sin poder soportar la vida; sin poder soportar la injuria en la que vivo.
“Fuiste la luz, en un momento amargo de mi vida, y es por eso que en este momento no te guardo rencor”
Un mes después. (Dos meses de haber conocido a Emel)
No soy mas que una compañera guardián, aquella que aguarda que sueña y que espera, por que un día puedas posar tus deseos en ella, solamente eso soy y me doy lastima claro que me da lastima pero no soy mas que una niña masoquista que vive prisionera de tus encantos.
Y tú que te pasas desflorando a hombre por hombre ante mi vista, ante mi tristeza, abriendo una brecha incurable en mi vida. En este momento pienso y no me entiendo, pero en ese momento te amaba con locura, te deseaba con fervor, y solo así siempre te supe amar, sin entenderlo solo sintiéndolo.
Te ame aunque estrujabas y jugabas con mis sentimientos, aunque clavabas mil espinas en mi alma. Te revolcabas sin importar que mis ojos sangraran, sin importar que mi alma muriera escuchando cada noche como recorrían tu cuerpo. En tu búsqueda insaciable del olvido, “De encontrar a alguien a quien amar” pero las mariposas no sienten y tú tampoco sentirás.
Porque pudiste leer en mi mente, pudiste ver todo el deseo y el amor que tenia, y tú al parecer me castigabas, me mostrabas que en la mañana eras una dama y en la noche te volvías esa mariposa.
Me hacías conocer el cielo para bajarme de la peor forma por las noches, no había una noche turca, no había una noche que tu no me mataras, que tu no me castigaras por amarte como una estúpida, no había una sola noche en la que dabas descanso a mi dolor.
Cuanta rabia sentía por mi misma a veces, por sufrir de esa manera, mientras yo sin poder arrancarte seguía amándote como la primera vez; sin siquiera poder reprimirme lo que sentía sin siquiera poder negarlo.
Tú no mereces ser amada, Emel tu no lo mereces así como yo tampoco merezco esta vida de mierda que llevo. Pero alguien alguna vez dijo que el destino era cruel, y quien si no soy yo eh vivido y aprendido tanto esa frase, tanto que podría escribir decenas de libros sobre ello.
(…)
Esa noche habíamos planeado ir con Angélica a una nueva discoteca que abrían en la ciudad.
Como siempre Angie, estaba una hora para elegir que ponerse, era tan fashion que a veces irritaba sus dudas, sacaba, se probaba, tiraba en una esquina y así hacia una y otra vez hasta que se decidía.
Yo por mi parte opte por ponerme un simple vestido corto de color plateado, sin mangas.
Llegamos en la hora pico a la disco, era un lugar bastante “cool” las paredes eran negras con franjas violetas y plateadas matizadas, en los costado había sillones estilo ochentero, de colores negros y blancos con mesas de vidrios en el medio.
Un escenario en el medio, el dj en una cabina de arriba.
Angélica, su novio y yo nos sentamos en una de las mesas Vip, ya que Antonio así se llama el enamorado de Angélica, un poco criticón pero muy buena persona, era uno de los dueños de la disco.
Baile unos temas con Angélica, antes de alejarme de los dos enamorados e irme a la parte de abajo, para pedirme unos tragos.
Apenas me senté en esa barra larga de color negro y blanco en los bordes, apareció una hermosa chica.
- Hola yo invito- dijo aquella rubia de ojos verdes con voz aniñada.
- Gracias- dije coqueteándola con la mirada.
Eleonora, así se llamaba, la diosa rubia de dieciocho años, pidió dos gancia con speed. Mientras hablábamos amistosamente.
- ¿A que te dedicas?- dije mientras tomaba de mi trago.
- Estudio derechos- dijo susurrándome al oído por el ruido que no permitía hablar ¿Y tu?-
- Todavía no termino mis estudios- dije sinceramente.
- ¿Que?- dijo sorprendida- Pensé que eras mayor.
- Creo que la edad es irrelevante- dije mirándola pícaramente.
- Tienes razón- dijo sonriéndome- tienes mucha razón- dijo al fin besando mis labios. En un beso sin apuros, en un beso sin pasión que no hizo más que recordármela.
Baile unos temas con ella, hasta que la cosa se puso caliente y quise tranquilizar las cosas, algo que no salió muy bien, ya que Eleonora había tomado demasiado.
- ¿Quieres ir a mi departamento?- dijo pegando su cuerpo al mío, mientras mi mirada se cruzaba con la dueña de mis delirios, con la única dueña de mis suspiros. Estaba hermosa, si que lo estaba, tenía puesto un vestido despampanante de color turquesa, que resaltaba su piel blanca y sus ojos ámbares.
- No puedo- dije riendo porque Eleonora me hacia cosquillas- Enserio no puedo- dije mientras Eleonora me besaba el cuello.
La mirada de Emel, esa mirada jamás la había visto, que mirada mas furtiva y poderosa. Me miraba como si algo le molestaba, como si quisiera carcomerme con la mirada.
Mientras Eleonora no solo me besaba sino que ahora me manoseaba y yo intentaba sacármela de encima pero no podía.
- ¿Que le estas haciendo?- dijo Emel con voz cortante, mientras miraba con rabia a Eleonora.
- ¿Y tu quien eres?- decía casi tartamudeando Eleonora del pedo que tenia.
- Su novia- dijo Emel rebajándola.
- Tan chiquita y tan rapidita la nena- decía Eleonora entreabriendo los ojos.
- Le tocas una vez más, y yo te juro que mañana no te levantas- decía autoritaria Emel- Vamos- dijo sujetándome del brazo y sacándome de aquel lugar, mientras su acompañante la llamaba desde la otra esquina.
- Yo, yo- dije sin poder ocultar mi vergüenza, tapándome el rostro, en aquel asiento.
- Debes aprender a- decía Emel dando vueltas y vueltas furiosa- ¡No todo el mundo es bueno Amy!- sentencio al final, todavía dando vueltas.
- Tu no entiendes, eres demasiado inocente y la gente se aprovechara- dijo sonando desesperada- Puta esa, no sabes la desesperación que me entro- dijo sorprendiéndome de su confesión.
- ¿Qué dijiste?- dije mirándola directamente al rostro.
- No eh dicho nada- decía otra vez en compostura, mientras se arreglaba el cabello.
- Yo escuche algo- dije levantándome del asiento y acercándome a ella, por primera vez pude notarla nerviosa, por primera vez pude conocer ese lado oculto de Emel.
- Cómprate hisopos, y límpiate bien el oído- dijo tajante
- Pues bien, lo haré- dije enfadada- y tu vuelve con ese galán de cuarta que trajiste, que yo me voy a ir con alguien que me trate mejor que tu.
- ¿Te eh tratado mal?- dijo sujetándome el brazo y deteniendo mis pasos.
- No- le grite en el rostro- solo que estoy cansada de que me trates de esta manera-
- ¿De que me hablas?- dijo nerviosa.
- No me hagas decirlo, no quiero decir algo que ya sabes.
- No se a que te refieres- dijo haciéndose la tonta.
- Suéltame por favor- dije a punto de llorar.
Ella no me retuvo más, y yo seguí mi paso viendo como me miraba atónita.
Entre al lugar furiosa, pero más que furiosa dolorida.
“Desde este día fuiste Emel” pensé mientras miraba a la multitud.
Eleonora ya se había ido, y no me quedaba más que buscar a una persona para desahogarme, tal vez ella tenia razón, conociendo a más gente, tal vez pueda olvidar lo que solo con ella siento.
Por que vivir así, vivir amando a una persona como Emel, es deshojarte sola, es desgarrarte y empeñarte a morir sin haber luchado por olvidarla.
Me senté otra vez en la barra, sin dejar de beber el Vodka que me pedí, mientras observaba como Emel se besaba apasionadamente con su “nueva conquista”.
- Si ella puede hacerlo yo también podré- dije en un susurro que solo yo entendería.
Mire varias veces para el escenario y la pista, observaba y observaba, hasta que me encontré con la mirada de una hermosa mujer. Que me miraba desde el otro punto, enseñándome una pequeña sonrisa de invitación.
Fue así que pedí dos tragos, y exhale profundamente para realizar mi primera conquista.
Era una diosa de cabellos negros y ojos celeste, tan celestes como el cielo, poseedora de una mirada profunda y encantadora.
- Disculpa, me puedo sentar junto a ti- dije entregándole una margarita.
- No hay drama- decía la musa con tonada española.
- Amy- dije dándole un tímido beso en la mejilla como saludo.
- Mía- dijo inmutando una coqueta sonrisa.
- ¿A que te dedicas?- dije sentándome a su lado.
- Soy publicista y empresaria- dijo aquella chica tan elegante. Tenia puesto unos jeans tiro altos una camisa y un chaleco a juego con dichos pantalones negros.- ¿Y tu supongo que estas en la secundaria todavía?
- ¿Y eso te molesta?- dije mirándola serenamente.
- Si me molestara no estaría hablando contigo- dijo coqueteándome- ¿Tienes una fuerza en la mirada, te lo habían dicho?- dijo mientras miraba de reojo el rostro atontado de Emel.
Después de hablar un buen tiempo con Mía, casi toda la noche, ya que era una chica muy entretenida, además teníamos muchas cosas en común. Ella conocía a muchas editoriales de bibliografías, y en cuanto le conté de mis proyectos, me paso varias tarjetas. Además de ser una chica hermosa era poseedora de una inteligencia inmensa, y una forma de ver el mundo similar a la mía, eso hizo que la charla se alargara y alargara mas y mas, ya sin preocuparme tanto por mirar de reojo la reacción de Emel.
Después de avisarle a Angélica, que llegaría mas tarde a su casa, me fui con Mía.
Me quede plasmada al ver el auto que tenía Mía, era un Porsche Cayenne de último modelo, según me había informado ella, ya que de autos siempre tuve conocimientos nulos.
Fui a su departamento, era una mujer exitosa para su corta edad, según ella estaría solo unos meses en Cali, para volver luego a España.
Era publicista, pero también era dueña de editoriales muy famosas, heredadas de su padre.
No hicimos nada más que hablar, y hablar de cosas triviales, hasta que el horario nos avisaba que ya debía retirarme, no sin antes prometernos volver a reencontrarnos para tomarnos algo.
No quiero que me juzguen, no quiero que me señalen, por intentar olvidarla, olvidar a una mariposa traicionera, a una turca cruel y vil. Eh vivido tanto tiempo en la oscuridad que todavía en mi mundo no se ah asomado el sol. Pero esta noche, esta noche pude soñar que la luz me volvía a acariciar.
Cuando llegue a la casa de Angélica, con la llave de copia que tenia, ya que vivía casi allí.
Me encontré con la figura de la turca. Ella ni se inmutaba, parecía no respirar, sin dejar de calarme los sentidos con esa mirada penetrantes, con esos ojos ámbares que no hacían mas que recordarme, que la amaba, que la deseaba, y que era solo de ella sin razones. En su reflejo pude ver decepción, pude sentir su desesperación, sin entender como la llegue a conocer tanto, cruce a su lado sin mirarla, sabiendo que pasaría, queriendo que no me duela tanto sus palabras.
- ¿Te la cogiste?- me dijo al fin mirándome furtivamente sin moverse de ese pequeño sillón redondo.
- ¿Qué?- fue mi primera reacción para su insulto.
- No me hagas volver a preguntártelo- decía una Emel con la voz tan serena pero tan provocadora que jamás había escuchado.
- ¿Tu eres mi madre?- dije tajante.
- ¿Te cogió Amy?- inmutaba esta vez mas desesperada-
- ¿Qué te pasa?- dije sorprendiéndome de su reacción, de sus preguntas- ¿Qué mierda te pasa?
- ¿Lo hiciste verdad?- decía una Emel fría como el hielo
- Si- mentí, solo para sentir la satisfacción de importarle, solo para sentir su impotencia, impotencia que ella siempre me hacia sentir cada vez que se tiraba a un negro de cuarta.
- Bien- dijo antes de levantarse del sillón.
- ¿Qué te pasa?- dije sujetándole del brazo y acorralándola en la pared,
- ¿Dime que te sucede hoy conmigo?
- Quería que seas diferente a mi- dijo sin poder sostener mi mirada.
- Seremos la misma mierda entonces- dije al fin, antes de sentir una mano estrellarse en mis mejillas.
- ¿Entonces yo miento Turca?- dije furiosa- tu sabes que te amo, no hace falta que te lo diga.
Ella seguía sin hablar, y yo no podía detenerme, en ese momento hasta mi orgullo ella lo había aplastado.
- Tu eres cruel, porque siempre lo supiste, y siempre te revolcaste con uno que otro sucio en esa habitación, aun cuando te vas a casar- dije casi gritándole en el rostro- Pero yo no soy mas que una puta boba y soñadora, porque te amo, te amo y no puedo encontrar una salida a este sentimiento, jamás lo aprendí- dije entre sollozos incontenibles.
- Amy yo- decía sin poder mirarme a los ojos- yo-
- No digas nada- dije soltándola de golpe, mientras caminaba hasta la habitación.
- Espera- decía siguiendo mis pasos.
Yo quiero, yo necesito una persona llena de amor, llena de pureza para que con una sonrisa pueda iluminar mi oscuridad. Pero me enamore de un ser mas oscuro que mi vida, un ser lleno de escrúpulos y miedos.
No lo quiero, no lo merezco, no merezco sufrir de esta manera.
Cerré de un portazo la puerta sin mirar su rostro, sin fijarme en su figura. Sentí con rabia las lagrimas que hace tanto no corrían por mis mejillas, y sentí impotencia una impotencia que ella siempre me hacia sentir, me sentía poca cosa, cosa que soy, una poco cosa para ella. Si siempre luche, si siempre la soñé fue porque no soy mas que una soñadora que cree en los milagros.
“ya no quiero soñar, ya no quiero respirar por sueños… es momento de vivir mi realidad y aceptarla”
No pude hacer más que sentir como mis piernas flaqueaban y caían al piso sin que mi cuerpo pudiera reaccionar.
Hace cuanto mis lagrimas no caían, yo que un día me prometí jamás volver llorar una vez mas creyendo que eso me convertiría en mujer, en una mujer fuerte. Pero cuando duele hasta las mujeres vuelven a ser niñas, sin medir las lágrimas, sin medir el dolor.
- Tu no entiendes- se escuchaba su voz sollozada del otro lado de la puerta- Yo no soy una buena persona.
No te preocupes Emel, eso es algo que siempre lo tuve en claro.
- Te dije que te alejaras, que te alejaras de mi, porque yo no podría darte nada mas que dolor- decía con la voz mas quebrada- Jamás he sentido esto, el dolor carcomerme poco a poco, al ver tus ojos tristes, no te creas que todas las noches he podido estar con alguien, y si lo hice fue para demostrarte lo que soy. Todavía no puedo entender porque eres tu Amy.
Silencio, silencio era lo que había, un silencio que dolía mas que las palabras. ¿Cómo creer a una Turca mentirosa, juzgadora y mala persona? Pero Amy si ella te dijera que el mundo es cuadrado tú le darías la razón.
- Yo en un mes me casare, y ya no nos volveremos a ver- dijo con la voz entrecortada, apenas en un susurro inentendible.
- ¿y que quieres que haga al respecto?- dije fríamente.
- Nada, solo querías que lo sepas- dijo casi en un susurro.
- Yo solo quiero que me lo digas- dije armándome de valor y abriendo la puerta, me encontré con su mirada retraída y sollozada- ¿A que le temes?, tu misma lo dijiste, en un mes te iras, quiero que me lo digas, tal vez así puedas aliviar este dolor- dije juntando sus manos y acercándolas a mi corazón.
- Yo te… yo te- tartamudeaba la Turca sin poder mirarme a los ojos.
- ¿Tú que?- dije con infinita paciencia.
Ella no me contesto, sino que agacho la mirada para no encontrarse con mis ojos empapados en lágrimas, y más al saber que era un simple juego para ella.
Cerré la puerta después de darle un tiempo, y no solo cerré la puerta de la habitación, sino que le cerraba la puerta a mi vida, le desterraba de mi alma.
Deje a un lado mi orgullo mi dignidad, mi inteligencia por una mujer que jamás aprenderá a valorar a las personas, por una mujer que jamás dejara de romperme el eje si no me alejo.
“Les mentiría si dijera en este momento, que hubo una persona en mi vida que logro hacerme conocer la luz de un amor imposible, de un amor que solo en los sueños se consigue, sin una razón, sin unas palabras metafóricas. Todo ha sido espontáneo así como mi amor”
Podría escribirle a mi vida menos miserias. Pero si lo hiciera no estaría contando mi historia, estaría escribiendo una ficción. Y yo les estoy contando mi pasado, aquel tormentoso pasado que todavía me cala los huesos al recordarlo.
Después de ese día no volví a la casa de Angélica, por unos días. Mi duelo por ella ya había pasado, y aunque intentara llorarla mas, ya no había gotas, ya no habían mas lagrimas para seguir llorándola.
Todavía lo recuerdo, como la llore impotente en aquella cama, la llore como una imbécil, hasta que llego Angélica y con solo verme en esa situación, armo una bronca terrible.
No recuerdo más, ya que caí del sueño y de dolor que sentía retorcerme en la zona abdominal.
Lo mas triste es que siempre supe que esto pasaría, siempre supe que ella me lastimaría, pero aun así, siempre la he amado sin esperar nada a cambio, sabiendo que ella me marcaría para siempre el corazón y que abriría esa brecha de dolor que todavía no para de sangrar, que no deja de doler.
Pero si algo he aprendido es a ser fuerte y aprender a respirar profundamente para que ese dolor oprimido en mi pecho y en mi garganta, no me duela tanto.
“Soy masoquista, porque la amo, porque si no lo fuera no la amaría como lo hago.”
Ya hace más de una semana que no he vuelto a ver esos ojos ámbares posarse sobre mí.
“Ella es tan sexy, tan hermosa, tan cruel, tan serena, ella no es una atracción, es mi primer amor. Mi cruel primer amor.”
Muchos dicen que el primer amor jamás se olvida. Pero que daría yo para olvidarla, para cambiar el destino y no haber accedido ir a esa fiesta, tal vez de esa forma no conocería el amor y esa brisa cálida acariciarme el alma, pero no tendría que sufrir la desdicha de amar de esta forma, de amarla y perderla en sueños, de saber que ella es tan mala y vil y que yo la sigo amando como una idiota, como una mendiga ya que siempre me quedaron migajas de su amor. Solo después de tanto tiempo pude entenderlo, pude entenderlo mi diosa árabe.
Tú llegaste a mi vida para enseñarme, para hacerme aprender que no todo es lo que parece, que era una tonta al pensar que sabía todo mientras en el mundo había tanto por aprender. Y me dolió, pero fui una verdadera mujer cuando aprendí a soportarlo de verdad, cuando aprendí a soportar la vida, sin vivir de sueños que jamás pasarían.
(…)
Había quedado con Mía, en un bar que quedaba en el centro de la ciudad. Según ella me tenía novedades de algunas editoriales que habían leído algunos escritos míos.
Me puse algo cómodo y casual, unos jeans, una remera de modal blanca y una bufanda larga de cuadros negros y blancos, y unas zapatillas.
- ¿A donde vas?- se escuchaba la voz de mi madre en aquel viejo sofá mirando perdidamente la tv.
- A encontrarme con una amiga- dije secamente.
- En vez de andar vagando por ahí, tendrías que trabajar así sirves de algo- decía mi madre sin siquiera mirarme.
Hice caso omiso a su respuesta y Salí por esa puerta.
Al tiempo ya estaba en el bar que me había dicho Mía
Era un lugar bastante amplio, con una larga barra con asientos y mesas para sentarse una plasma al costado. No era ni muy ostentoso ni tampoco era corriente.
La divise enseguida en una de las mesas del fondo, ya que ninguna mujer colombiana ni siquiera la mismísima Emel, podría imitar la elegancia y el glamour de la susodicha al vestirse. “Mía si tu fueras Mía, mama mía” soy consiente de que la rima es muy mala pero no podría evitar pensarlo, ya que por esa rima fui risueña a su posición.
- Hola- dije casi en un susurro.
- Hola- dijo sorprendida.
- ¿En que pensabas?- dije mientras me sentaba en el asiento frente a ella.
- En ti- dijo mientras esos ojos celeste brillaban haciéndolos mas brillante que la luz.
- Coincidencia- dije guiñándole un ojo.
- En fin Amy- dijo risueña, medio coqueteándome con su mirada- He enviado tus historias a tres editoriales de Madrid-
- No tenias porque hacerlo-
- Espera déjame terminar- dijo con gestos agraciados- Quedaron plasmados, no pueden creer que tengas ese talento con solo dieciséis años, casi diecisiete.
- Valla, no lo puedo creer- dije todavía sin salir de mi asombro.
- Ahora guapa, tienes que tomar una decisión- dijo poniéndose mas seria.
- La que sea- dije eufórica.
- Quieren que te vallas para allí, y quieren publicar “Karma” primero en España- dijo tornándose mas seria.
- ¿No puedo hacerlo aquí?
- Las tres editoriales tomaron esa determinación, tu puedes elegir con cual de las tres te quedas, pero aquí- dio una pausa antes de seguir- no creo que en este país, sea tan exitoso como en Europa. Además no te preocupes, que en cuanto se edite el libro, yo misma lo voy a dar la publicidad que se merece en las revistas.
- No se que decirte Mía- dije serenamente.
- Piénsalo, tienes un mes para pensarlo bien, yo te voy a esperar y en cuanto tomes la determinación, puedes ir con tus padres y conmigo si quieres.
- Gracias- dije inmutando una pequeña sonrisa, mientras la mano de Mía se colaba encima de la mía. Sentir su cálido tacto me dio mucha tranquilidad.
- No desperdicies este talento Amy, puedes conquistar el mundo si quieres y lo sabes, tienes una mirada, una expresión, una inteligencia que jamás había visto-
- Tu si que eres hermosa- dije sonrojándome completamente.
- ¿Tu estas enamorada no es así?- soltó sin previo aviso.
- Como lo sabes- dije sorprendida, con los ojos abiertos como platos.
- Jaja, se te nota en tu expresión, estas muy decaída- dijo risueña.
- Estoy aprendiendo a caminar bajo la lluvia, ya que la tormenta no pasa- dije entrecortada, sintiendo otra vez esa opresión en el pecho.
- ¿Se puede saber quien es?- dijo totalmente seria.
- ¿Hace cuanto nos conocemos, que ya nos tenemos esa confianza?- dije risueña haciéndome la pensativa- ¿hace un mes, o casi un mes?-
- Un mes- dijo lanzándome una picara sonrisa.
- La dueña del agujero negro de mi vida se llama- tome una pausa en la que exhale profundamente el aire, mirando hacia el horizonte como si es me daría fuerza para exclamar su nombre sin sentir nada- Emel Aslan- inmute suspirando.
- No te puedo creer- dijo medio risueña y sorprendida- ¿La dueña de las empresas petroleras Aslan en arabia, es ella no?, la que se casa con un multimillonario árabe en unas semanas.
- Tal parece- dije sorprendida por la información que Mía sabia.
- No preguntes como se, simplemente trabajar desde la adolescencia, en editoriales de revista, hacen que logres tener la información que desees y retenerla por mucho tiempo-
- Y eso que posees solo veintidós años, no me imagino desde que edad empezaste ahí-
- Vale, pregúntame lo que quieras- dijo desafiándome con la mirada, ante mi mirada desconcertada.
- Que tan rico y poderoso es él- dije entrecerrando los ojos y apretando fuerte los puños.
- Lo bastante rico y poderoso, tanto así como tonto- dijo Mía, cuidando sus palabras, cuidando no decir algo que me lastimase- Por eso Amy, como buena amiga, te digo que si ella es Emel, déjala, olvídala, aléjate, has hasta lo imposible- dijo esto mientras acariciaba mi antebrazo, y un rabillo de ternura se asomaba en esos ojos celestes claros.
- Si fuera tan fácil, no estaría caminando bajo la lluvia en este momento, y me hubiese exiliado cuando todo comenzó- dije sin poder ocultar mi tristeza.
- Si algo he aprendido, es que el tiempo todo lo borra, y si en Karma, cuentas tu vida, conociéndote, se que reaparecerá el sol Amy, y ahí todo tal vez pueda ser mejor. Con el tiempo me vas a dar la razón- dijo acercándose a mi y dándome un pequeño beso en la frente.
Y tuviste razón en algo Mía, el tiempo todo lo borra, pero el amor, el amor eso si que jamás pude borrarlo.
Que camino debería seguir, que sendero debería transitar para que la luz aparezca por primera vez pura y completa en mi vida. Si he nacido llena de karma y dolor, si he sido en un error de tiempo y ejecución, como bien me lo dice mi madre.
Si no he salido analfabeta es porque dentro de mí siempre subsistió un sentimiento de diferencia, un deseo fervor de salir de mi infierno, sin tener que desfilar como gato que vende su cuerpo como la mayoría de las chicas de mi barrio.
Antes de conocerla, pensé que el conocimiento se adquiría leyendo y estudiando, pero la vida de tantos golpes me ha enseñado que quien no lo vive no lo aprende, quien no aprende el castigo no puede mejorar.
Pero yo con este amor que siento por la turca siempre seré una terca, ya que una parte de mi se niega el olvidarla resignándome a observarla de lejos, mientras la otra sale reluciendo mi orgullo, luchando por olvidarla.
Lo único que no pude modificar en mi vida fue olvidarla.
Después de meditarlo, varias semanas con Angélica, mi compañera fiel mi única amiga. Tome la determinación de aventurarme, de dejarlo todo por mis sueños.
Pero en esa travesía se interponía otra vez la diosa árabe de mis sueños.
Aunque quiera correr, aunque quiera olvidar, no puedo evitar verla en todos lados, no puedo evitar pensarla.
(…)
Ese día después de tanto tiempo, pasaría por la casa de Angélica, con la esperanza de no volverla a ver.
Angélica me acompañaría a Madrid la semana que viene, y por eso mismo, fui a ayudarla a preparar su súper valija. Gracias al cielo que en esa época estábamos de vacaciones.
Si se preguntan como hice con mis padres para obtener mi emancipación, no fue muy difícil, ya que mi madre firmo unos papeles, en los que me permitía viajar al extranjero, ya que ella se rehusaba a acompañarme.
“Karma”, mi historia no cuenta mas que los sucesos, de desdicha que vivía una chica de quince años. No era mas que mi historia un poco mas ficticia.
Llegue a la casa de Angélica alrededor de las ocho de la noche, con la esperanza de que no la encontraría.
Pero en cuanto cruce el umbral de su puerta la muy tonta me envía un mensaje diciéndome:
“Perdona, tuve que irme con Tonio a comprar algunas cosas, espérame que ya llegare”
Pero que ganas de querer revolearla me dieron. Y para desdicha mía, ahí estaba ella sentada en un sillón leyendo un libro sin siquiera inmutarse de mi presencia. Estaba preciosa, tenia puesta una camisola blanca unos jeans, un pañuelo atado en la cabeza estilo retro y unas sandalias con plataforma floreadas.
- Mierda- exclame en un susurro que solo yo entendería. Cuando estaba a punto de salir de la casa sigilosa, escucho esa melodía adictiva para mis oídos otra vez
- Ni mis peores enemigos me han negado el saludo- dijo dejando a un lado sus anteojos y derritiéndome otra vez con esa mirada.
- Buenas noches- dije fríamente.
- Buenas noches- inmuto con una pequeña sonrisa hipócrita- Puedes esperarla aquí si quieres- dijo refiriéndose a Angélica.
- Vas a ser la mejor escritora- dijo mientras me sentaba en un sillón alado del suyo.
- Esperemos- dije inmutando una pequeña sonrisa.
Silencio, un silencio que calaba el alma, un silencio que molestaba más que el ruido.
Un silencio que nacía entre las dos
- Escuche por ahí que te vas a España- inmuto rompiendo aquel silencio incomodo.
- Es cierto- decía sin mirarla.
- Se van a cumplir tus sueños- dijo serenamente.
- Tal parece- dije fríamente.
- Te lo mereces- dijo insistente- ¿Estas saliendo con la chica de otro día no?
- ¿Por que lo dices?- dije al final observándola
- No se, es que seguramente si- dijo penetrándome con esa mirada, que se volvía fría, que se volvía victimaria.
- Dejémoslo ahí Emel- dije dulcemente guiñándole un ojo mientras desviaba mi mirada
- ¿Te molesta hablar conmigo?- inmuto tan directa y fría como siempre.
- No me molesta hablar contigo, me molesta que quieras hacer como si nada hubiese pasado- dije entre suspiro, sosteniéndole la mirada otra vez
- Yo jamás te podría olvidar- dijo de la manera mas sensual y dulce que podría hacerlo, rasguñando otra vez mi corazón que no paraba de latir fuertemente. Incitando a recordar otra vez aquella locura, locura que todavía sentía por ella.
- Por favor Turca- dije exhalando profundamente aire, pidiéndole con mi mirada de animal degollado un poco de compasión, un poco de cariño y amor, y ese cariño y amor se resumía a que ya no metiera mas el dedo en la herida.
- Te he dicho mas de mil veces que no soy turca- dijo haciéndose la enojada mientras una chispa de alegría se inundaba en sus ojos porque yo le había llamado de esa forma de la que tanto le molestaba otra vez.
- Si eres Turca- dije sin poder evitar gastarla.
- Mi padre es turco, yo soy árabe- dijo vacilante aun sosteniendo ese personaje enojado.
- En fin- dijo recordando otra vez quien era yo enfrente de la Turca, Turca que usaría hasta sus más últimos recursos en colocarme en esa trampa otra vez.
- Amy, yo desde esa noche no he podido volver a estar con nadie mas- confeso, con una mirada llena de ternura y desesperación como la mejor actriz que es, acompañada de una voz de cordero degollado.
- Yo- dije entre suspiros- Emel, no quiero hablar de ello- dije mirándola fríamente.
- Lo siento- dijo gacha, sin poder verme a los ojos.
Cuando por la puerta entraba Angélica con Antonio y decenas de bolsos.
Angélica no dijo nada, sino que miro furtivamente a Emel, antes de tomarme de la mano y llevarme a su habitación, dejando a Antonio y a Emel en el salón
- Tu si que eres una idiota- dije vacilante hacia Angélica
- Lo siento no pensé que llegarías a tiempo, como nunca lo haces- dije entre risas- ¿Lo has comprobado?- dijo volviéndose seria.
- ¿Qué cosa?- dije extrañada como siempre por sus preguntas inconclusas.
- Si te has sanado de ella- que manera tan peculiar tiene esta Angélica en expresarse.
- Tal vez no, pero ahora puedo tratarla con hostilidad si quiera, y ya la puedo ver como es- dije serenamente, entrecerrando los ojos.
- Falta una semana para que no la veas mas en tu vida, y para que ella se valla por siempre de la mía- decía con una voz de felicidad junto con una mirada brillante Angélica que hacían creer que la odiaba con ferocidad, con todo su ser mas de lo que parecía.
- Tienes razón- dije mientras la melancolía se apoderaba de mis sentidos una vez mas. No poder soñar o crear más poesías con esos ojos ámbares, aun cuando la historia escrita pueda ser dramática y dolorosa, como me dolería. Así como el miedo a perderla de mis sueños me empezaba a arrastrar en una melancolía.
Debo aprender a perder, debo aprender a olvidarla. ¿Pero como olvidarla si nadie me enseño a amar? El tiempo, solo el tiempo me lo enseño, que personas como Emel, personas tan bellas y perfectas, pero tan crueles y manipuladoras, esas personas no tienen un corazón latiendo dentro, no sienten dolor, y por lo tanto no saben amar. Ella jamás sabría amarme de la misma forma en que yo lo hacia.
¿Cuánto tiempo estuve navegando en este mar incierto que es el dolor de amar y no ser correspondido?. Pensé que la peor desdicha del hombre era sentir el hambre y el dolor físico, pero con lo que he vivido y los golpes que me han dado la vida pude comprobar y sentir en carne propia que no hay más dolor que el desespero de este sentimiento incierto hacia una persona a la que no nos pertenece. Como duele si como duele, y solo el que lo ha sentido podría entenderme.
El desespero en que se vive pensando en esa persona noche y día sin descanso alguno, intentado borrarla de tu mente cuando en una fracción de segundo se cola otra vez en ella.
Pero yo Turca, no se amarte de otra forma que de esta forma masoquista en que lo hago. Porque yo soy la única persona que mas te ha amado en este mundo y tu eres consiente de eso, pero sigues castigándome mas que la vida misma.
(…)
La madre de Angélica, me había preparado una fiesta sorpresa de despedida, a dos días antes de viajar.
Cuando llegue a la casa de Angélica, había todas unas decoraciones hermosas, algunas todavía sin terminar.
No era más que una fiesta íntima, entre mis más íntimos amigos de la infancia y de la adolescencia.
Mi madre y mi padre habían sido invitados, pero como siempre no fueron, no me decepcione, ya que para decepcionarme me había acostumbrado hacia mucho tiempo ser nada para ellos.
Dolía claro que dolía, pero al ser abandonada tanto tiempo, te acostumbra a ese sentimiento de rigor y no te duela tanto.
Fue una intima cena. Cenábamos amistosamente cuando ella con todo su esplendor otra vez ilumino la mirada de las personas que se sentaban en esa mesa larga.
Estaba hermosa, mas de lo normal. Llevaba un vestido corto pero muy elegante blanco, de un material tipo veraniego, usualmente de los que se utilizan para las camisolas.
Ella se rió otra vez de mi expresión embobada como la primera vez en la que apareció ante mis ojos. Con una expresión de coquetería en sus ojos y en esos labios que derretirían a cualquiera.
Después de todo es lo que ella estaba buscando en esa semana, enloquecerme a tal punto en que caiga en su trampa una vez más
Pero esta vez no seria así Turca no te saldrías con la tuya.
Un hombre muy elegante entro junto a ella a la cocina, y todo mi rostro iluminado se había convertido otra vez en fatiga y rabia.
- Tío, tía- dijo aquel muchacho, de tez oscura y ojos redondos verdes, como los árabes pero no como el de la turca que era de rasgos árabes mas finos y exóticos, este era narizón, en fin sin celarla no puedo mentir que horrible que era aquel chico.
- Hola Ali- dijeron al unisono los padres de Angélica ante mi rostro atónito.
El era, si el era Amy, el era el verdadero dueño de tu Turca, el era el hombre con el que se casaría, el era el tonto que del que te había contado Mía.
Entrecerré los ojos, y apreté la mandíbula fuertemente, como queriendo apagar la llama de furor y rabia que se había inculcado en mi alma.
Mire otra vez el rostro de la diosa árabe que me miraba sin prudencia divertida, como si le divirtiera darme celos, como si le gustara ver mi desesperación. Fue asi entonces que exhale aire profundamente y me propuse a recobrar mi compostura.
Cuanto cariño le profesaba a ese negro narizón, cuanto cariños, caricias le daba frente de mi, algo que me incitaba a exhalar todo el tiempo saliva mientras entrecerraba los ojos de rabia. Esa mujer como conocía mis defectos, y yo era conciente de que ella no me soltaría hasta exprimir la ultima gota de amor que le tenia.
- Así que eres tu la homenajeada de la noche- decía el negro narizón saludándome con la mano, mano que estreche por educación. En su muñeca pude comprobar que tenia nada mas y menos que el rolex carísimo, era de diamantes.
Ahora todo lo entiendo, porque la turca se casaría con un hombre como Ali, que era un buen hombre pero alguien mas feo que una patada en la osscuridad, y no era mas que por el dinero y el estatus que este poseía.
El si la podría tratar como una reina a diferencia de mi, que no tenia siquiera donde caerme muerta.
Ali se sentó en la punta con los padres de Angélica, mientras hablaba amistosamente con el padre de ella. Pude ver a simple vista que parecía un buen hombre.
Y Emel, como buena arpía se sentó frente a mi, sin dejar de coquetearme con la mirada, sin dejar de verme con picardía.
En una parte de la noche cuando estaba cortando la carne. Esta me pasaba los dedos de sus pies sobre la pierna.
Le sostuve una mirada furtiva un tiempo, pero no había caso, parece que le divertía mi desesperación. Y peor aun con esas caricias me estaba calentando de sobre manera.
- ¿Amy, vendrá Mía mas tarde no?- decía con picardía Angélica molestando con la mirada a Emel. Que al escuchar eso dejo hasta de acariciarme de la molestia.
- Si mas tarde- dije risueña.
- ¿Es la chica Mía, la que siempre va los boliches los sábados no?- decía Antonio.
- Ella misma- le conteste con una pequeña sonrisa dibujada en los labios.
- Pero si esa tía esta buenísimo- dijo Antonio, cuando Angélica le dio un pequeño golpecito.
- Ahí, si es verdad- dijo quejoso.
- Bueno, pero es de Amy, así que no mires- dijo advirtiéndolo, aunque yo conociéndola lo hacia mas por molestar a Emel.
- Es verdad- dije al tiempo que sentía un dolor en la entrepierna, por la patada que me había dado Emel que me miraba furtivamente.
- ¿Emel porque estas tan callada?- dije despacito, entre suspiros por el dolor que me había causado.
- Los estoy escuchando- dijo la turca con una hipócrita sonrisa.
Y al tiempo no más había llegado Mía. Mía solo mía.
Estaba preciosa, tan glamorosa como siempre Llevaba una camisa blanca larga, unos jeans gastado, unas botas rockeras, y como accesorio un sombrerito negro y una bufanda negra. Cuanta elegancia, cuanto glamour tenia aquella mujer.
Al verla esta vez fui yo la que me reí de la expresión rabiosa de la turca, que no hacia más que carcomerla con la mirada.
Como me encantaba esa mujer, que preciosura y encantadora que era Mía, cada día me hacia delirar aun mas. Cuanta belleza no podría pasar desapercibido.
Mía se sentó a mi lado, mientras yo para molestar mas a Emel, le di un tímido pico, algo que hizo que Mía se sorprendiera.
- Parece que alguien no me quiere en esta mesa- dijo susurrándome al oído con exuberante coquetería.
- Me vale- dije tomando un sorbo de mi bebida.
- ¿A si te vale?- dijo casi rozando sus labios con el lóbulo de mi oreja.
- Si me vale- dije susurrándole con el mismo calibre de sensualidad que ella.
- Este bueno párenle un poco- dijo una Emel descontrolada, pude ver en su rostro la misma desesperación y rabia de aquel día, y me encanto verlo, me encanto sentirlo- Preséntanosla- decía esta vez con una hipócrita sonrisa.
- Disculpen- dije sonrojándome por la mirada de todos puesta en nosotras.
- Soy Mia Vans- dijo con una dulzura en el rostro indescriptible.
- Tu eres Mia Vans woow- dijo Ali desde la otra punta.
- ¿Tu la conoces mi amor?- preguntaba atónita La Turca.
- Como no conocerla, ¿tu eres la heredera de las empresa y editoriales Vans no es así?- decía risueño Ali.
- Así es- decía con una pequeña sonrisa mi musa.
La noche transcurrió entre risas, y sonrisas disimuladas de la turca. Junto con sus celos y desesperación que a leguas se notaban.
Y rabia de parte de mía, rabia que llenaba al ver el rostro de ferocidad, al ver ese rabillo de desespero en sus ojos, hasta Ali pasaba desapercibido para mí por eso.
Al llegar la madrugada los pocos invitados se fueron yendo, y Angélica se fue a pasar la noche con Antonia ya que después no lo vería como dos meses.
Ali para mi sorpresa, se fue según el a un hotel en el cual se hospedaba.
Mia por su parte tenia que descansar ya que había llegado de un viaje de Paris por asuntos laborales.
(…)
Salí de la inmensa mansión de Angélica, al jardín trasero, en donde la decoración de sillas, adornos florales blancos, no pasaban desapercibidos para mis ojos. No me di cuenta para que eran hasta el día siguiente.
Contemple las estrellas brillantes de una de las últimas noches que me quedaban en Cali, la ciudad que me acogió en tanto tiempo.
Las estrellas, estaban tan brillantes, tan brillantes como sus exóticos ojos ámbares, los únicos que había visto en el mundo de esa extrañeza y color.
“quisiera olvidarte un segundo pero estas allí recordándome que te amo con desespero”
El aire cálido de Cali me abrigaba y me abrazaba una noche más, una simple noche más. Tantos recuerdos, tantos años en esa ciudad que jamás podría borrar ni tampoco quisiera hacerlo. Pero tengo que ser sincera jamás soñé ni vi mi futuro reflejado en esta ciudad.
- Disfrútalo, te queda solo un día mas y tal vez no vuelvas en mucho tiempo- decía aquella voz serena, fría, sonora, la única vos que me hacia tiritar y delirar mi corazón.
- Tu crees que pueda lograrlo Emel- dije dándole tegua, dándole tregua a mi corazón y a ella- ¿Podré ser alguien en la vida?-
- Para mis ojos eres la mejor, y para los demás también lo serás- murmuro en un dulce susurro.
Yo simplemente le sonreí, mientras sentía la brisa caer sobre mis parpados, y su perfume aproximarse mas hacia mi dirección.
- No me olvides- dijo tímidamente mientras esos ojos ámbares me miraban revolviendo y clavando una vez mas mi débil corazón.
- No me mires así, que yo no puedo contra ti- inmute pidiéndole compasión, pidiéndole un poco de amor, y ese amor se resumía a dejarlo así para que no me doliera tanto.
- No puedo mirarte de otra forma, ni tampoco puedo resignarme a perderte- inmuto entre suspiros mientras sus fríos y penetrantes ojos se clavaban en los míos.
- No Turca, ya no mas- inmute entrecerrando los ojos- Ya no quiero seguir soñándote- dije sin poder evitar los sollozos.
- Dirás que soy egoísta pero no puedo Amy- inmuto con la voz ronca- Yo siempre te busque, te busque en miles de cuerpos, y solo hoy me di cuenta que apareciste para enseñarme- exhalo profundamente aire para continuar hablando- A no juzgar, a no lastimar. Porque esto que siento Amy me esta destruyendo me esta carcomiendo por dentro, yo… yo- tartamudeo con la mirada desesperada.
- No lo días por favor- imploré.
- Porque tuviste que aparecer, antes todo era más fácil- dijo con la voz entrecortada, mientras su aroma se impregnaba en mis sentidos, y sentía su calor recorrerme el cuerpo en un abrazo que me hizo tiritar.
- Lo mismo me pregunto yo- dije estrechándola mas fuerte, aspirando fuerte su perfume a Jazmín- Pero yo no me arrepiento Emel, gracias por acariciar mi alma, tan fría y dolorosa. Te amo- dije dándole un pequeño beso en la frente- Pero ya no quiero seguir lastimándome- dije soltándola, mientras intentaba caminar, pero el peso de mi cuerpo, junto con el de mi corazón no me permitieron continuar.
Mientras sentía las lagrimas inundarme otra vez. Recordándome que no era mas que una niña enamorada de una diosa de dolor.
- Yo, yo te amo- dijo tímidamente estremeciendo mi cuerpo y mi corazón.
Al girarme pude ver su figura gacha y penosa, como si fuese una niña regañada. Me acerque a pasos lentos, y la bese con desespero, como si no hubiese un mañana.
Recordándole que era suya, que mi alma siempre le pertenecería aun cuando fuera mala y vil persona. La amaba con locura y pasión.
Sus labios junto a los míos, succionándonos en una danza perfecta de lenguas que por primera vez se conocían, en un recuerdo que quedo tallado en mis sentidos. Mientras su aroma a jazmín me inundaba los sentidos y solo las estrellas eran testigos de aquellas palabras que solo en mis sueños había escuchado.
De aquel beso con frenesí y desenfreno, como si quisiéramos decirnos tantas cosas, solo las estrellas fueron testigos de aquel hecho. Como si de esa forma pudiéramos calmar nuestros latidos y nuestro dolor.
- Regálame esta noche- susurro suavemente en mi oído.
Yo ni siquiera le conteste, estaba en un punto en el cual no había retorno, en el cual hasta el último milímetro de mi piel se lo había entregado.
Le conteste con un beso mojado, un beso con pasión.
Y ella no hizo más que conducirme a su habitación rápidamente sin dejar de besarme.
Jamás había visto su habitación. Una gran habitación de pintura blanca, alfombra negra. Una cama rectangular en el medio con sabanas rojas. Un plasma en frente de la cama, un ordenador al costado junto con una estantería de libros.
Al entrar allí, lo primero que perciben los sentidos es el aroma exuberante a ella a jazmín.
Sin dejar de besarme, me tumbo lentamente en su cama, hasta que me opuso, me opuse a hacerlo en aquel lugar, en aquel lecho en la cual habían pasado tantas personas.
- No puedo- dije esquivando sus besos.
- ¿Pero que pasa?- dijo incorporándose.
- En esta cama- dije acariciando las sabanas de seda rojas- No quiero ser otra de esas personas- dije sin poder mirarla a los ojos.
- Jamás podrías ser una mas de los otros- dijo acariciando mi rostro- No te tocare si no quieres que lo haga- dijo besándome otra vez- Pero no me niegues de tus caricias- dijo entre besos.
- Yo si quiero- dije intentando deslizar el cierre de su vestido blanco- Pero no aquí.
No paso una fracción de segundo hasta que ella me llevo a la habitación continua el cuarto de huéspedes.
Y empezamos otra vez la danza de besos apasionados..
Ella beso tiernamente el lóbulo de mis orejas, mientras me sacaba la blusa de modal floreada estilo retro que tenia puesta.
Mientras esos labios rojos rubí descendían hasta mi cuello, sin dejar de darme besos húmedos, con lengua incluida.
Palmo mi chato y firme vientre con las yemas de sus cálidos dedos, mientras su boca buscaba la mía una vez mas.
- Jamás olvides esta noche- decía Emel agitada.
Me tumbo suavemente en esa cama, mientras se quitaba por completo el vestido. Cuando intente ayudarla, me tumbo por completo risueña, mientras esos ojos que brillaban más que la luz de la luna esa noche me comían con la mirada.
- Te amo- dijo dulcemente
Cuando sus manos me sacaron el corpiño y sus labios se apoderaron de mis pechos, succionándolos, besándolos, mientras estos reaccionaban por primera vez a sus caricias. A las caricias y mimos de su única dueña.
Sentí por primera vez una humedad recorrerme por la entrepierna, una humedad y una calentura que no me permitía pensar con la razón.
Ella descendió sus besos mientras sus manos acariciaban cada costado de mi cuerpo. Descendió hasta mi vientre plano besándolo con infinita dulzura y paciencia haciéndome estremecer y gemir por primera vez.
- Esta es mi primera vez- dije para sorpresa de la Turca, que en vez de molestarla parecía enloquecerla.
Porque bajo hasta mi monte de Venus dándole suaves besos, mientras sus manos y sus dientes se ayudaban en bajar mi ropa interior, para dejar al descubierto mi tesoro mejor guardado.
- Que bien que se ve- dijo con una mirada de gata felina, de gata cachonda, que me enloqueció al instante. Tuve que hacer una fuerza sobre natural para no correrme por la intensidad de su mirada- quiero saber como sabe.
Dijo cuando al fin sus labios empezaron una danza en mi lugar mas intimo, haciéndome sentir los primeros espasmos de placer.
- Ahhh- gritaba y gemía, mientras sentía como su lengua recorría mi vagina como una víbora, una húmeda víbora que me hacia tiritar del delirio.
Cuando estuve a punto de correrme, ella se puso encima de mi, mientras sentía su cálido cuerpo sobre el mío, y su intenso aroma a jazmín.
- Te voy a hacer mía- decía entre jadeos, cuando sus dientes mordían suavemente el lóbulo de mi oreja.
Sentí un dolor profundo clavarse en mi entrepierna, cuando ella me metió lentamente dos dedos.
- Aaaaaaaaaaaah- grite del dolor y el placer que se mezclaban
- Shh, ya pasa mi amor- decía La turca besando mi cuerpo sudado.
Cuando el dolor ya había pasado, y el placer iba incrementando, incrementando tanto que no me dejaba respirar, y no hacia mas que gritar de placer. La Turca intensifico sus movimientos, cuando me corrí con su cuerpo encima del mío, y sus labios recorriéndome el cuello.
La turca me había hecho suya, ya no solo en alma, sino también en cuerpo.
En las sabanas se veían pequeños hilillos de sangre, y solo cuando pude recobrar la respiración, explore por primera vez su cuerpo. Su piel de porcelana, su mas intimo ser con inexperiencia pero con amor, la ame, la ame como ninguno lo ha hecho, la recorrí con la ternura que ninguno podría hacerlo. Porque solo yo la amaba de esa forma.
Esa noche la turca, mi diosa árabe me había hecho la mujer mas gloriosa y feliz del mundo. En un recuerdo que quedo tatuado, en cada parte de mi piel.
(…)
Me desperté con los fuertes rayos solares acariciando mi rostro. Las sabanas no eran blancas, sino que eran las rojas sabanas de seda de la habitación de la Turca. Me sorprendí amanecer en ese lugar, pero no cabía duda de que en cuanto me dormí agotada por la intensa noche, mi diosa árabe me había cargado hasta su habitación.
La busque sin abrir los ojos, pero no la encontré junto a mi, fue esa la razón que me hizo despertar asustada.
Ella estaba maquillándose en el espejo del frente, con una bata blanca puesta.
Yo me puse una camisola de ella de algodón celeste, para acercarme a ella y abrazarla detrás.
- Buen día mi amor- dije alegremente.
- Buen día- dijo de la forma mas fría del mundo, algo que me asusto de sobremanera.
- ¿Pasa algo?- dije instantáneamente, sonando nerviosa
- Si quiero que te vistas, que en unas horas llegara Ali, para consumar nuestro compromiso- dijo mirándome desde el espejo, hablándome como si fuera una cosa, como si no hubiese pasado nada, de la forma mas fría y vil en la que podria tratarme.
- ¿Te vas a casar hoy Emel- dije desesperada, girando su silla, para que por lo menos pudiese mirarme a los ojos.
Ella no me contestaba, y yo con cada fracción de segundo me ponía mas nerviosa y rabiosa.
- Mierda contéstame, ¿te vas a casar hoy?- dije a punto del llanto, mientras sus fríos ojos ámbares me miraban, me miraban con un rabillo de lastima.
- Si- dijo fríamente, mientras sus ojos me miraban con indiferencia, con serenidad, como si no le importara nada.
- Hija de la re mil puta- dije dándole un cachetazo de la rabia que llevaba puesta.
- Mierda Amy- dijo acariciándose la mejilla- Ahora no se va a poder tapar.
- Tápate esta también- dije intentando darle otro cachetazo cuando su mano me detuvo.
- ¿Tu que te creíste?- dijo con voz desafiante- ¿Te creíste que te amaba, que iría contigo a Madrid, a morirme de hambre?- dijo rompiendo por completo mi corazón, de la forma mas cruel me dijo la verdad, verdad que yo no quería ver.
- Pero, pero- decía tartamudeando conteniendo la respiración para no llorar frente a sus ojos, sin poder ver su mirada firme.
- Seguro dejaría mi vida de reina para vivir de mendiga- dijo soltándome mientras mis piernas flaqueaban y no pude hacer mas que sentarme en el borde de la cama por la impotencia, mirando la alfombra negra.
- Tu dijiste- dije señalándola con la mirada perdida, la mirada sollozada y desesperada.
- Te mentí- dijo levantándose mientras en su rostro se dibujaba una pequeña sonrisa- Te mentí para acostarme contigo, ahora que ya lo obtuve, puedes irte- dijo de la manera mas segura y dolorosa del mundo.
- Lo amas Emel- dije mordiéndome los labios y desviando mi mirada para no llorar en aquel instante.
- No- dijo de la forma mas fría mientras sus ojos me clavaban el alma como una espina- Pero el es el único que puede darme la vida que busco- inmuto serenamente mientras esa dura y fría mirada se inculcaba en mis recuerdos para siempre.
No habría palabras para explicarlo, para explicar lo que sentí en ese momento. No sentía mi cuerpo, no tenia fuerzas, las únicas que tenia las usaba para no llorar, para no humillarme mas de lo que lo había hecho. Pero cualquiera que viera mi rostro sentiría lastima, lastima de mis ojos desesperados e inundados, lastimas de mi respiración entrecortada, lastima de las palabras que no me salían, palabras de las que era una maestra.
Esa noche, y esa infernal mañana jamás se borrarían de mí ser.
Después de todo Emel tenía razón, no era más que una niña soñadora que creyó conquistar a la princesa de sus sueños y se la llevaría en caballos a Madrid.
Pero esta es la vida real, y no hay lugar para sueños, y la turca no es una princesa, no es más que una mierda. Una mierda sin escrúpulos, sin corazón. Una mariposa traicionera que había jugado de la mejor forma con mi corazón.
- Si todo este tiempo lo intente- dije sin poder mirarla a los ojos, a punto del llanto- es porque no soy mas que una vil soñadora, gracias- dije esta vez sosteniéndole la mirada, mientras llenaba de aire los pulmones para decirle aquello- Gracias por mostrarme que mi destino, seguirá siendo una mierda, gracias por ser mi karma Emel, gracias por enseñarme que los sueños son simplemente sueños- tome una pausa larga- Gracias por enamorarme y jugar de esta forma, y gracias por enseñarme que algunas personas no tienen corazón, y jamás podrán ser felices- dije entre suspiro imitando su sonrisa de satisfacción- Después de todo, no he perdido nada, me he acostado con una puta- dije sin poder evitarlo, como si eso pudiera hacerme recobrar un poco del orgullo perdido por tanto tiempo.
“Vamos sigue, sigue rompiendo mi corazón, total ya no siento el dolor de tantas punzadas que me dio la vida”
Salí mirándola por última vez, mirando su sonrisa dibujada, y esos ojos ámbares que fueron mi locura.
Al entrar a la habitación de Angélica, pude ver su mirada de reproche, pero yo no pude calmar mi rabia, y con una tijera que estaba en la mesita de luz, degollé una almohada sin respirar.
Angélica me conocía tanto que no me dijo nada y espero a que me calmara, calmara mis nervios, calmara mis gritos y mi llanto interminable, mientras sentía la sangre en mis manos, por el corte que me había dado. Mire tímidamente entre la niebla que eran las lágrimas en mis ojos, y casi me desmayo al sentir el olor de la sangre.
Al mirarlo otra vez, sentí un algodón en la mano, mientras los brazos de Angélica me abrazaban como si mi mejor amiga fuera mi madre.
- Ella, ella- dije llorando desesperada.
- Shh- dijo estrechándome más fuerte- Que le den por el culo.
- Jugo conmigo Angélica- dije llorando desconsoladamente como una niña en su hombro.
- Te enseño la lección que tanto temía que aprendieras- dijo Angélica llorando junto a mi- Pero hoy nos iremos, esta noche, ella desaparecerá de tu vida- dijo secando las lagrimas que caían como un grifo de mis ojos.
Para aprender hay que caer, y yo caí, caí en tu trampa Emel. Caí como una ilusa, caí como una estúpida, y me dolió el contacto con el suelo, me estrellaste en el impidiéndole tantos años a mi corazón sentir.
Cuantas noches tuve que llorarte para tratar de olvidarte, aun cuando jugaste y estrujaste mi corazón como quisiste, yo no podía dejar de pensar en ti, no podía dejar de verte en cada rincón de cada lugar que conocía.
Te di mi vida, te di mi alma, te di lo único que tenía, te di hasta mis historias, te di todo y tú lo hiciste pedacitos.
Que fácil fue soñar, que fácil parecía todo soñando, y el dolor de antes era nulo al lado del que sentí ese día.
¿Qué se siente cuando ya no se siente nada?
Solo alguien que ha vivido el dolor y el desamor en carne propia puede entenderlo. Sentir el vacío descomunal que se siente dentro. Dolor que te impide respirar y te incita a llorar, dolor que a veces mata, y muchas otras veces cala. Duele si duele, duele mucho, y pero no puede borrarse porque al cerrar los ojos allí estas presente para recordarte que la amas y ella te rompió el eje. Ella me manipulo y jugo con tu corazón y eso hace que sangra más la herida. Una herida que todavía no he podido sanar.
Te ame tanto, que no puedo aceptar que mis lágrimas fueron en vano, te ame tanto que no puedo aceptar que mis sueños fueron simple sueños, que esa noche yo era una más. Pero yo quería la realidad y me la diste, me pegaste al suelo de un golpe, que era mi cruel realidad.
Y que puede hacer una persona como yo ante todo este sentimiento de dolor, un dolor que era inmenso, un dolor que hacia que toda mi vida llena de dolor fuera algo nulo, algo pasable.
Pero tu Emel, tu jamás podrás ser feliz, porque tuviste el amor enfrente tantas veces y lo destruiste, lo destruiste con tu alma llena de maldad.
Cuantos suspiros te he entregado, cuantos latidos en vano han tenido tu nombre, cuantas lagrimas he derramado por ti, cuanta desesperación detrás de ti llevaba siempre, como una niña encantada corriendo a una mariposa traicionera, que en cuanto se poso sobre ella le exprimió hasta el ultimo jugo de esperanza y vida que tenia, hasta la ultima sonrisa.
Siempre supe que después del amor solo lágrimas traerían, ya que siempre lo he leído y mis ojos lo han comprobado, pero jamás lo he vivido.
¿Qué podría darle a una diosa árabe una simple niña que ni donde caerse tenia?. Una niña que solo vivía de sueños. Una niña que se creía mujer mientras seguía siendo una simple niña. Una niña a la que la vida la golpeo de las formas más violentas y dolorosas posibles
Una niña que aprendió a amarte, una niña que no supo sonreír sin tus ojos en los suyos, una niña, una siempre niña que te amo mas que a su vida. Una niña a la que rompiste el corazón Emel. Porque eso fui una siempre niña a la que tiraste al abismo, sin siquiera permitirle soportar la vida, intentar lucharla.
Pero con el tiempo, así como sanan los tejidos, sano mi herida, la herida abierta que todavía sangra.
Pero eso me pasa por ser ilusa, por ser idiota, por ser masoquista. Eso me pasa por amarte con fervor y locura, con delirio, como nadie jamás te amara, así te ame yo. Te ame dejando todo de lado, te ame por encima de todo, y tu jugaste conmigo como lo hiciste con los demás, hasta conseguir exprimir mi ultimo sopor y tirarme como una basura.
Pero jamás lo olvides Emel, jamás olvides que esta niña te amo como nadie te amo, jamás olvides la forma en la que me lastimaste. Porque yo jamás pude olvidarlo, jamás pude olvidar esa noche y esa mañana, jamás pude olvidar tus palabras que todavía siguen haciéndome sollozar al recordarlas.
Jamás lo hagas, y recuerda que abriste una herida profunda en mi corazón.
Porque es un abismo mi vida Emel, no pude encontrar la dirección por mucho tiempo, hasta que al fin el destino se apiado de mi y me mostró el sendero. Pero hasta entonces no hubo una sola noche en la que mis sollozos estuvieran presentes
(…)
Dime Turca que puedo hacer para liberarme de tu hechizo. ¿Dime como puedo arrancarte de mi corazón?
¿Qué puedo hacer yo con un corazón triturado y desgastado de la vida. Que podré hacer cuando mis oídos necesiten escuchar tu voz?
Dime que puedo hacer para olvidar la magia de esos ojos ámbares delirantes para mi.
¿Qué hago con tu ausencia y tu traición donde podré sepultarlo=.
Soy conciente, soy realista ¡Jamás podré olvidarte!, pero aprenderé a vivir soportando tu ausencia y tu herida otra realidad no tengo.
Después de esa mañana, de abrazarme y aferrarme al cuerpo de Mía, que llego al instante, viaje esa misma mañana. Porque presenciarlo, verla llegar al altar con su picara sonrisa de mariposa traicionera. Eso, podría matarme en ese momento. Eso me haría trizas, por eso preferí no saber, y me aleje de ella. Me aleje para siempre.
Fue mi karma, fue mi dolor, un karma de la vida pasada, ya que en esta vida no lo merecía.
(…)
Mentiría si digo que la he podido olvidar, mentiría si dijera que he podido borrar por completo las heridas que dejo en mi alma.
Ella mi eterna pasión, mi historia infinita.
Dueña de mi credo y religión, de mis heridas y mi dolor. Ella tan cruel, tan mala, tan perra pero tan insaciable para mi corazón.
Ella mi eterno recuerdo de dolor; la única con la que aprendí a ser masoquista y amar entregándolo todo. La primera en todo fue ella, La Turca, Emel, mi diosa árabe. La chica de los exóticos ojos ámbares, la que borro la esperanza de luz en un momento de mi vida.
De ella pude obtener mi doctorado de la desdicha, del dolor. Ya que solo me faltaba eso para culminar las mierdas de mi vida. Es por eso que creo en el Karma, es por eso que creo en la reencarnación. Porque desde que he nacido no he vivido mas que mierdas. Aprendiendo a soportar la vida y no pensar en la muerte. Pero tu, tu Emel con esa mirada fría e indiferente desgarraste lo que tanto cuide.
La esperanza de conocer la luz (…)
“Paso por paso, con mucho esfuerzo y convicción pude lograrlo… Pude recomponerme, juntando yo misma los pedazos esparcidos de mi corazón”.
Fue con esas palabras que pude culminar mi libro Karma, encabezando esa mañana todas las desdichas de mi vida.
Pero mi historia le falta escribir el final. Un final que les contare en cuanto aborde el aeropuerto de Cali, la ciudad en donde todo comenzó. Han pasado ya cinco años desde la última vez que me aleje con el corazón hecho pedazos de esta ciudad que me abrigo tanto tiempo, y solo después de tanto tiempo he podido regresar siendo una mujer, siendo “alguien en la vida”.
Un final digno.
“Quien no lo vive no puede aprender a corregirlo, pero en el amor, en el siempre no he sido mas que una terca, porque no aprendí a amarla de otra forma que no sea entregándole hasta los últimos centímetros de mi piel, de mi orgullo, y de mi corazón”
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